El orden externo favorece el orden interno. Un entorno cuidado, con cada objeto en su lugar y rutinas previsibles, ofrece al niño calma, seguridad y confianza.

Las rutinas no deben entenderse como rigidez, sino como marcos de referencia. Saber qué viene después reduce la ansiedad, mejora la concentración y favorece la autonomía.

Diseñar rutinas familiares claras, con horarios visibles y responsabilidades compartidas, ayuda a toda la familia. Para los niños que aún no leen, los pictogramas o imágenes son un recurso útil. De este modo, hasta los más pequeños comprenden la secuencia del día y participan activamente de la organización del hogar.