Durante la infancia, los niños atraviesan períodos sensibles: fases de especial interés y facilidad para adquirir determinados aprendizajes. Estos momentos son únicos y, si no se acompañan, pueden perderse para siempre.

El trabajo que realizan durante un período sensible se vive con entusiasmo y concentración. El rol del adulto es observar, ofrecer el ambiente adecuado y proteger esos tiempos de foco, evitando interrupciones. Así, los aprendizajes ocurren de manera natural y profunda.